A partir de enero, donde no se registraron lluvias, se volvió a instalar una condición de sequía que causo un estrés hídrico moderado al comienzo de la maduración. Este favorable estatus hídrico se mantudo hasta el final de la vendimia debido a que las lluvias de febrero y marzo fueron apenas suficientes para no incrementar la deshidratación a niveles perjudiciales, pero sin ser excesivas.

Luego de uno de los inviernos más seco de la historia y con temperaturas por encima de lo normal para la época, con excepción de un corto periodo intenso frío en la mitad de la estación, comenzó a brotar el viñedo unos 10 días antes de lo habitual. La primavera con temperaturas en ascenso y lluvias 38 % menores a lo normal, permitió una brotación uniforme y constante, aspecto muy importante para lograr el necesario balance que exige la calidad. No se registraron heladas tardías ni otro tipo de eventos climáticos dañinos. Las precipitaciones primaverales fueron escasas pero suficientes para un adecuado crecimiento y nutrición del cultivo. A partir de enero, donde no se registraron lluvias, se volvió a instalar una condición de sequía que causo un estrés hídrico moderado al comienzo de la maduración. Este favorable estatus hídrico se mantudo hasta el final de la vendimia debido a que las lluvias de febrero y marzo fueron apenas suficientes para no incrementar la deshidratación a niveles perjudiciales, pero sin ser excesivas. No fue necesario el aporte de agua de riego en todo el período. La vendimia comenzó el 3 de febrero, apenas 3 días más tarde de lo habitual, desfasaje que se mantuvo hasta el final de la cosecha. El volumen y la calidad de la cosecha fueron similares al año anterior, con altos contenidos de alcohol potencial, intensos colores y concentración aromática.