Enero, mes clave para la síntesis de diversos componentes de la calidad, fue un 27 % más seco de lo habitual. La cosecha comenzó en estas condiciones y permaneció así hasta mediados de febrero donde se dieron algunas lluvias consecutivas que normalizaron el régimen pluviométrico
El invierno fue el más frío de los últimos 80 años y con escasas precipitaciones, mientras que el comienzo de la primavera se caracterizó por un cambio abrupto de temperaturas que determino una brotación abundante, homogénea y bastante sincronizada entre variedades.El invierno fue el más frío de los últimos 80 años y con escasas precipitaciones, mientras que el comienzo de la primavera se caracterizó por un cambio abrupto de temperaturas que determino una brotación abundante, homogénea y bastante sincronizada entre variedades. Si bien la reserva hídrica del suelo acumulada en el invierno fue reducida, durante los meses de septiembre y octubre las lluvias fueron importantes, permitiendo un excelente y sostenido crecimiento vegetativo, a la vez de asegurar un buen cuajado y tamaño potencial de las bayas. En noviembre y diciembre las precipitaciones fueron 44 % menores a lo habitual mejorando el estatus hídrico del viñedo para la obtención de alta calidad. Enero, mes clave para la síntesis de diversos componentes de la calidad, fue un 27 % más seco de lo habitual.
La cosecha comenzó en estas condiciones y permaneció así hasta mediados de febrero donde se dieron algunas lluvias consecutivas que normalizaron el régimen pluviométrico. La vendimia comenzó con Sauvignon Blanc el 7 de febrero y culminó con Tannat el 25 de marzo. Las mejores calidades se lograron con las variedades cosechadas más temprano como Sauvignon Blanc, Chardonnay, Viognier, Pinot Noir, Cabernet Franc y muy particularmente Merlot que alcanzó la mayor calidad en los últimos 10 años.